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NIÑOS PERFECTOS vs NIÑOS FELICES

Si nos preguntan a todos los padres que queremos para nuestros hijos, creo que todos, vamos a contestar lo mismo. Queremos que nuestros hijos sean felices. Esto no genera ninguna discusión. Pero es que además de felices, parece que queremos que sean perfectos.

 

LA EPOCA DE LA VIDA IDEAL

Vivimos en una época de ideales. Familias ideales en las redes sociales, en las revistas, en la televisión. Niños, aparentemente, perfectos, felices, conjuntados, peinados, educados, estudiando chino, inglés y alemán, en colegios maravillosos; niños que no gritan, que no se ensucian, que se sientan sin rechistar a comer. Estos niños existen, creo. Y luego están mis hijos, y los de algunas que otras amigas y conocidas. Alguna de esas características cumplen, pero ni de lejos son perfectos. Tampoco esas familias  ideales que vemos lo son. Son seguramente como nosotros. Pero en este tiempo de sobre exposición de la vida privada, de la sobre información sobre cualquier tema gracias a foros, blogs y redes sociales, se crea una serie de psicosis sobre tener hijos perfectos.

 

famiilias felices

Felices… y despeinados

Para mi abuela, nacida en un pequeño pueblo de Salamanca, su principal obsesión era que sus hijas estudiaran algo y no tuvieran que trabajar en trabajos «de bajo rango».  Para mis padres, su principal obsesión era que yo estudiara una buena carrera y tuviera una trayectoria profesional de éxito. Ahora, en nuestra generación, queremos tener niños hiper formados académicamente, perfectos y felices. Niños con inglés (hay academias que los aceptan desde el año), francés, violín, piano, acordeón, fútbol, tenis, baloncesto, aritmética, mindfulness, yoga para bebés, pilates para madres y bebés, entre otras tantas actividades que puedes encontrar hoy en día. Hiper niños con hiper padres (ver mi post sobre la hiperpaternidad). Niños con agenda casi desde la cuna.

 

 

Con toda esta oferta académica, creadora de necesidades (de que tu hijo hable chino, francés, toque la flauta travesera y juegue en el mejor club de fútbol), nos olvidamos un poco de la formación en valores, aburrimiento, y felicidad. Nos olvidamos de extra escolares tan importantes como jugar en el parque, mojarse con globos de agua, pintar con tizas, jugar a cartas, leer un cuento, pintar o aburrirse. Queremos darles tanto, que a veces, podemos llegar a olvidar lo esencial.

No es fácil. Educar es el trabajo más difícil que hay y todos lo hacemos lo mejor que podemos. Cuanto más crecen los niños, mayores problemas surgen. Cuando Telmo tenía 2 años, y empezó con las rabietas y a sacar su carácter, comencé a entender que el camino empezaba ahí. Hasta entonces, había cuidado de un bebé y mi principal cometido era mantener todas sus necesidades físicas y anímicas cubiertas… y creía que eso era complicadísimo. Al crecer el niño, cambiaron los problemas y empezó el trabajo en educación. Hasta entonces, le habíamos enseñado a comer, a dormir, a hablar, a andar, a ir al baño solo… ahora nos tocaba enseñarle a vivir.

 

¿COMO SE ENSEÑA A VIVIR A UN HIJO?

Ni idea. Cada familia lo hará de una manera diferente en base a su educación, sus valores y lo que sea importante para ellos.  Repito que todos los padres lo hacemos lo mejor que podemos y no se puede juzgar, ni criticar abiertamente las conductas de otras familias. Las conductas vienen motivadas de sus creencias y de sus valores y de aquello que creen que debe de ser importante en la educación de sus hijos.

Yo no me voy a meter en si es importante o no estudiar chino, o si hay que llevar con un año o no a inglés a los niños. Pienso que cada familia debemos saber cuales son nuestros valores, qué queremos inculcar a nuestros hijos, cómo queremos enseñarles la vida, qué competencias queremos que desarrollen y mediante qué medios. Repito, no es fácil. Para mí, lo más importante, es que mi hijo sea feliz, y para eso, necesito conocerle bien, saber qué le gusta, con qué disfruta, qué le cuesta más, empoderarle, darle confianza para que esté seguro de sí mismo en las cosas que haga, y enseñarle a que disfrute de cada día.  Esto no quiere decir que no quiera que mi hijo vaya a clases de inglés o de música o de cualquier otra cosa, porque Telmo está ocupado y mucho. No. Lo que quiero es que también tengan tiempo de jugar con sus amigos en el parque, cambiar cromos o subirse a los árboles si quieren.

A veces, los padres nos obsesionamos con que nuestros hijos lo hagan todo, y todo bien. Se debe a una presión tácita. Vemos eses familias que parecen perfectas, y queremos que nuestros hijos sean así también. Queremos que sea el que mejor lea, el que mejor sume, el que mejor hable francés, que siempre vaya limpio y bien peinado, que se porte bien, que no chille, que no coma con las manos… pero claro, son niños, no robots.

 

¿COMO ES FELIZ UN NIÑO? 

El otro día se lo preguntaba a mi hijo (que de los dos, es el único que habla). «Telmo, ¿qué es lo que más te gusta del mundo?» Contestó dos cosas: «Jugar a fútbol y estar con los papás». Fin. Con esto no quiero decir que no tenga que tocar el violín, o ir a inglés, ni que el pilates para bebés sea malo, o que no le tenga que regañar cuando se levanta de la mesa y no hemos terminado de cenar. Con  esto quiero decir que, además de preocuparnos por su formación, nos debemos preocupar también por las cosas que verdaderamente les hacen felices.

Vamos a enseñarles a vivir despeinados ¡desde pequeños!

felices niños

Despeinados y descamisados… pero felices

Living la Vida Madre..Ohh Yeah...!
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