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EL PARQUE. De lo que hay y de lo que no hay.

El parque. Este es un post que tenía muchas ganas de escribir. He necesitado tiempo, y dos hijos, para formarme la opinión necesaria. Allá vamos.

 

El parque tiene una ley aparte, no escrita y que nadie te cuenta. Recuerdo la soledad de llegar las primeras veces. Con mi hijo pequeño, sin experiencia en este área de la maternidad, y generalmente sola porque en aquel momento no trabajaba. Seguramente, mi percepción estaba muy mediatizada por ser madre primeriza, hiperconsciente de cada movimiento de mi hijo, amen de en transición laboral y desocupada unos meses. Aún así, creo que no seré la única que se haya sentido así.

 

Allí llegaba yo. Alerta. A conocer esa nueva experiencia. El parque.  Con un hijo del doble de tamaño que lo que correspondía a su edad, lo que le hacía parecer mucho más mayor para su comportamiento. Tampoco ayudaba que fuera un «pequeño diablito de Tasmania«, por ser benévolos. Entonces creía que tenía un niño movidísimo y muy bichito. Ahora sé que sólo tenía un niño tan común como todos los demás. Con él, aprendí lo que hay en el parque. Y lo que no hay.

 

 

¿QUE HAY EN EL PARQUE?

Padres. Muchos. Un montón. De todos los tipos. Recuerdo que en un principio, todos me parecían perfectos y yo un desastre de madre. Todos tenían de todo. Y a mí se me olvidaba a veces la merienda del niño. Muy bien descritos algunos tipos de padres y acompañantes en este post de Kitty de Amor de Batmami.

Grupos de padres. Muchos. Ahora yo pertenezco a alguno de ellos, no lo voy a negar. Pero en un principio, el lugar donde estaban los grupos de padres, me parecía la Zona VIP del parque. Me parecía que si entraba a formar parte de ese selecto grupo de elegidos, mi vida en el parque sería mejor.

Niños.  Más que padres y de todos los tipos. Todos me parecían más buenos que el mío. Más obedientes y más educados. Y no era verdad. Había niños buenísimos, niños moviditos, y niños que no eran tan formalitos.

Los padres muertos de miedo porque su hijo haga algo en contra de la ley. O sea, yo. Mi hijo (recordemos que duplicaba el tamaño a los de su edad), juguete que veía, juguete que cogía para jugar con él. O juguete que quitaba y salía corriendo. A veces él no quería dejar sus juguetes a otros niños, y se enfadaba. Yo le obligaba a dejarlos.  Así no parecía que mi hijo no era generoso ni bondadoso (como el resto de los niños), con el consiguiente enfado. Otras veces yo no me enteraba, y se estaba peleando con otro niño por los juguetes.  Ahora veo a 100 niños comportándose así en el parque. Pero como era el mío, yo sufría mucho. Sufría porque en la mirada de algunos padres, veía reproches ante el comportamiento de Telmo.

 

En aquel momento, lo pasé muy mal. Tanto que dejé de ir al parque. O iba a horas en las que había menos niños. Cambiaba mucho de parque para no encontrarme siempre con los mismos niños y padres. Después empecé a trabajar… y el parque quedó reducido al fin de semana. Para mi descanso mental.

alt parque

 

¿QUÉ NO HAY EN LOS PARQUES?

Empatía. Detrás de un niño que quita un juguete a otro niño; de un niño que aparta bruscamente a otro para pasar al tobogán; de un niño que no quiere dejar sus cochecitos; de un niño al que han empujado; de un niño al que le han quitado la bici… hay un padre o una madre que se están llevando un mal rato. Y eso, muchos padres no lo vemos.

Padres en la nube. En la nube de Valencia. Sin mirar lo que hacen sus hijos. Yo también me despisto en ocasiones. Pero dependiendo de la edad, hay que estar muy pendiente de lo que hacen. Y estar ahí para cuando el niño se cae, o quita un juguete, o cuando se lo quitan. Educar es una tarea que pasa las 24 horas del día, y el parque puede aportar valores estupendos si estamos ahí para enseñarlos.

Tampoco ven que los niños, son niños. Que ellos, en sus micro-relaciones en el parque (a cada edad lo que le corresponde), están aprendiendo a comportarse y a relacionarse. Los adultos, pienso, lejos de meternos a salvar la vida del niño empujado o a condenar al niño que ha empujado, tenemos que ser sus guías para aprender a comportarse. Educarles y ayudarles a relacionarse mejor. Sin histerias. Esa veo yo que es nuestra tarea.

 

Y AHORA… ¿ME GUSTA EL PARQUE?

Ahora, sí. Me siento muy segura de la madre que soy, y conozco muy bien a mis hijos. ¡Más sabe el diablo por viejo que por diablo! Es un campo que ya tengo estudiado, no nos vamos a engañar. Con un hijo de 6 años, he chupado 5 añitos de parques worldwide. Parques en Madrid, en San Sebastián, en México… y en todos, la misma sensación.

ALT PARQUE

En el parque de nuestra casa en México

 

En este momento, voy hasta contenta al parque. Porque me enfrento a él con serenidad, sin intervenir demasiado en los temas de mis hijos (siempre que no peligre la integridad física) y aprovecho las cosas que ocurren para educar. Y también me tomo algo con otros padres si están allí.

 

Una Mama del Montón decía que el parque le agobia. Su post que os dejo aquí, me animó a escribir este. El parque es como otras muchas cosas que vas descubriendo de la maternidad. Al principio agobia y parece un mundo, después pasa a estar bajo control.

 

Ahora, después de un tiempo, el parque ya me parece mucho menos hostil. 

 

 

 

Living la Vida Madre..Ohh Yeah...!
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2 Responses
  • Pues a mí siempre me ha gustado el parque. Para mí era una liberación ya que fuera de casa se amansan las fieras jajaja y además nosotros somos muy callejeros.
    Puede que me haya ayudado que como trabajo en educación pues entiendo el mundo infantil. Por otro lado es que he tenido buenas experiencia siempre con los otros padres.

    • @elisa_mamasuperplus
      noviembre 2, 2018

      Para mí, como cuento en el post, no ha sido hasta ahora que me ha empezado a gustar. Supongo que no era tanto quizá el parque lo que no me gustaba antes, si no lo insegura que yo me sentía como madre. 🙂 Menos mal que eso ha pasado ya!!! Ahora voy contenta al parque. Tú llevas ventaja por tu carrera 🙂
      Un abrazo Nuria.

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